Antes de comenzar a leer esta entrada, presta atención a tu alrededor e intenta identificar los ruidos que escuches. Es posible que te des cuenta de algunos que hasta este momento habían pasado desapercibidos: papeles moviéndose, gente hablando alto, el ruido del tráfico, maquinaria de obras, Mozart interpretado una sinfonía, las pulsaciones mecánicas de un teclado de ordenador, o nuestro cuñado Antonio Miguel, que sigue bombardeando el grupo familiar de WhatsApp porque todavía no hemos configurado las notificaciones de las que hablamos en la anterior entrada.

¿Por qué ocurre esto? El cerebro humano tiene unas capacidades atencionales limitadas. Somos incapaces de prestar atención a todos los estímulos que hay en el ambiente al mismo tiempo, por lo que tenemos que seleccionar aquellos que pueden ser más relevantes para nosotros. Esta selección no la hacemos conscientemente, sino que la información es filtrada según su utilidad potencial. Gracias a estos mecanismos hemos podido sobrevivir como especie durante cientos de miles de años, al enfrentarnos a entornos cargados de cosas vivas, y poder así diferenciar un conejo corriendo entre la maleza de un depredador hambriento.

Como es natural, los elementos que filtramos no desaparecen por arte de magia y son procesados en otras partes de nuestro cerebro. De manera que, tras toda la mañana escuchando el taladro de la obra del edificio de enfrente, dejamos de prestarle atención. Pero eso no significa que no siga existiendo, y, lo más importante, que no siga afectándonos.

¿Y cómo nos afecta todo ese ruido? El malestar sonoro es solo una capa superficial de las consecuencias que el ruido provoca en nuestro cerebro. Lejos de ser solamente un elemento circunstancial, cuando se sufre de forma frecuente, el organismo reacciona de manera negativa ante él. Repasemos algunos de los efectos que se han podido constatar:

Disminuye el rendimiento cognitivo. En un estudio se midieron las capacidades de lectura y memoria en estudiantes cuya escuela estaba situada cerca del Aeropuerto de Múnich. Tras la construcción del aeropuerto, los niños empeoraron notablemente su rendimiento. Más tarde, otra investigación más amplia constató el mismo resultado en noventa colegios que tenían cerca aeropuertos (Londres, Ámsterdam, y Madrid), además de resaltar un riesgo de desarrollo de dislexia.

Aumenta el riesgo de muerte prematura. Un análisis basado en 61 estudios internacionales llegó a la conclusión de que el riesgo de infarto de miocardio y problemas cardiovasculares aumentan cuando los individuos están expuestos de forma continua a ambientes con más de 60 dB (una calle con tráfico arroja unos 75 dB). Se estima que la contaminación acústica provoca unos 10.000 fallecimientos prematuros al año (en Europa). Los principales motivos por los que el ruido desencadena problemas cardiovasculares se encuentran en el estrés. Los sonidos fuertes y constantes producen la desregulación del cortisol, provocando un aumento transitorio de la tensión y la tasa cardíaca, y a más largo plazo, una disfunción de la respuesta inmunitaria.

Empeora tu sueño y tu día. Estar sometido a ruidos constantes y desagradables, como ver tertulias televisivas o una reforma doméstica inacabable, produce alteraciones del sueño y fatiga crónica a lo largo del día, conectándose con los dos puntos anteriores. Si el ruido se produce durante la noche, los resultados son todavía peores, como demostró un estudio realizado con 68 niños que padecían bronquitis, en el que se encontró una posible relación con la exposición nocturna a 53 dB (apenas el ruido de una oficina), que desencadenaba la desregulación de cortisol que antes comentamos.

Te deja sordo. El umbral de riesgo para la audición humana se estima en unos 85-90 dB, a partir de los cuales se pueden producir daños en el oído. En un primer momento, las personas expuestas a ruidos intensos pueden sufrir los llamados acúfenos (ese zumbido característico), pero más a largo plazo, si se sigue produciendo la exposición al ruido intenso, se puede perder audición de manera progresiva (una calle céntrica con tráfico puede llegar hasta 80 dB).

La forma en la que el ruido sostenido provoca daños en el oído se ha estudiado en profundidad. Las células ciliadas, presentes en la cóclea del oído interno y encargadas de detectar las vibraciones del aire, son destruidas de forma natural con la edad (nacemos con unas 20.000 y no se reemplazan), pero la exposición a ruidos excesivos acelera esa destrucción.
El umbral de riesgo que comentábamos no solo se aplica a ruidos ambientales, sino también con el uso prolongado de auriculares, uno de los riesgos de nuestro tiempo (especialmente en población joven), dando como resultado que los otorrinos estén recibiendo más casos de pérdida de audición de los habituales.

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Parece que queda claro que el ruido nos resta esperanza (y calidad) de vida. La mala noticia es que el silencio total, entendido como ausencia de sonidos, no existe. Así lo han demostrado las “cámaras anecoicas”, espacios totalmente insonorizados en los que no pueden penetrar vibraciones externas. Las personas que se han introducido en una de ellas suelen quedar muy sorprendidas, porque, tras unos instantes de silencio, han empezado a escuchar ruidos provenientes de su propio cuerpo, como el tránsito intestinal, el flujo sanguíneo o el aire de los pulmones. El cerebro no está preparado para un aislamiento total del mundo y busca de forma desesperada cualquier estímulo. Así pues, si debemos huir del tumultuoso y frenético mundo actual pero no podemos refugiarnos en un silencio absoluto, ¿dónde se encuentra el término medio? ¿qué sonidos pueden ser beneficiosos para nuestro organismo?

La respuesta se encuentra donde casi siempre suele hacerlo: en la naturaleza. Un simple paseo (desconectando el teléfono móvil, por supuesto) por un entorno natural puede proveernos de un equilibrio de silencio muy beneficioso para nuestro cerebro. En los últimos tiempos se ha popularizado un término para esta sencilla práctica, “shinrin yoku”, o lo que es lo mismo, “baño de bosque”. El objetivo principal reside en prestar atención al espacio natural en el que nos encontremos caminando, respirando aire puro, tocando los árboles y la vegetación. Según estudios realizados, realizar un “baño de bosque” varias veces por semana reduce la tensión arterial y mejora el sistema inmune. No es un hecho insólito que este contacto pueda provocar beneficios en la salud. Al fin y al cabo, nuestro desarrollo como especie se ha encontrado ligado la mayor parte de nuestra existencia a un entorno natural, y la vivencia en entornos urbanos ocupa un porcentaje escaso en nuestra historia.

En relación con estos entornos urbanos, un estudio comparó los efectos de caminar en la naturaleza frente dar un paseo por un centro comercial. Los niveles de emotividad negativa bajaron en un 71% de los participantes que caminaron por la naturaleza, frente a un 45% de los que lo hicieron por un centro comercial. Por otro lado, la confianza en sí mismos subió en un 90% de los primeros (la confianza de los caminantes del centro comercial no solo no subió, sino que bajó en un 44% de las personas).

En este punto, si vives y trabajas en una ciudad, te estarás preguntando cómo llevar a cabo un “baño de bosque” o cómo escuchar sonidos de la naturaleza. Jardines, parques locales o zonas verdes a las afueras también pueden servir como alternativa. Una búsqueda en Google Maps de zonas próximas a tu localización puede ser de ayuda. La aplicación de Google dispone de un par de secciones destinadas a este cometido (“Parques” y “Escapadas a la naturaleza” dentro del menú “Explorar” que se despliega desde la parte inferior). A menudo, existen miradores naturales o zonas de campo en un radio accesible que pueden ayudarte a desconectar, aunque solo sea un rato a la semana.

Google Maps

 

Para el día a día, si no tenemos ocasión de ir a un espacio verde, existen algunas soluciones que pueden hacer el ruido exterior más llevadero. Hablamos de las aplicaciones de sonidos ambiente que están disponibles para casi todos los dispositivos. Son apps con bases de datos de sonidos de la naturaleza: pájaros, lluvia, o chimenea, que se pueden combinar de diferentes formas con el objetivo de generar un “espacio sonoro” natural. En la siguiente lista se recogen algunas para diferentes plataformas.

 

Aplicación Plataforma
TaoMix 2  iOS y Android
Relax Sounds  iOS
Ruido Blanco Android
White Noise Lite MacOS
A Soft Murmur Web
Noisli Web
Ambient Mixer Web
Cracking Fireplace Youtube

 

A Soft Murmur

 

TaoMix 2

 

Es recomendable no abusar de los auriculares para no caer en uno de los riesgos que hemos comentado en este artículo. Lo ideal es hacer uso de altavoces de sala, a un volumen bajo y cómodo. Recordemos que, antes que cualquier melodía, tema musical o paisaje sonoro, el mero silencio reporta mayores beneficios. Y esto es así, aunque oigamos una obra de Mozart, como demostró un estudio donde se comparaba la famosa Sonata en re mayor frente a un silencio de dos minutos, provocando este último un efecto mucho más acentuado sobre la relajación. El estudio venía a refutar la famosa creencia de que las obras de Mozart reportan efectos beneficiosos en el desarrollo cognitivo o en la salud (el llamado “efecto Mozart”).

¿Y qué hay de la música para estudiar o trabajar? Entrando en una biblioteca universitaria podemos comprobar la gran cantidad de estudiantes que utilizan auriculares para concentrarse. Al menos, esa es la creencia extendida, ya que la efectividad de la música como ayuda para realizar una tarea va a depender en mucha medida de su naturaleza. Según un estudio de la Universidad de Maryland, los trabajos repetitivos sí pueden beneficiarse de la escucha musical y tener un efecto positivo en el rendimiento. Por el contrario, cuando el trabajo es intelectual se reduce la productividad general del individuo.

Como alternativa a los auriculares con música también cabe la posibilidad de hacer uso de tapones para los oídos con diseño ergonómico. Suelen venderlos en cualquier farmacia, pero también se pueden encontrar en Internet, vendidos en packs económicos (por ejemplo, estos). Aíslan de ruidos ambientales, pero permiten escuchar sonidos cercanos para no quedar completamente aislados. También podemos encargar unos tapones a medida de nuestro canal auditivo en centros especializados, aunque el precio suele ser superior.

Con esto finalizamos la entrada acerca del silencio y sus efectos en el cerebro y el organismo. Confío en que haya servido para adquirir conciencia de la importancia que tienen los sonidos que nos rodean, y de qué manera nos afecta estar presentes en un contexto urbano cargado de ruido. En el futuro, al igual que está ocurriendo en la llamada neuroarquitectura, —con el diseño de espacios arquitectónicos adaptados a las personas— el contexto sonoro será objeto de mayor atención por parte de organismos públicos y privados, cuando se entienda que puede ser un poderoso objeto para mejorar la salud y el bienestar.

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Para saber más…

Le Van Quyen, M., (2019), Cerebro y silencio, Barcelona, España: Plataforma Editorial.

Hygge, S., Evans, G. W., & Bullinger, M. (2002). A Prospective Study of Some Effects of Aircraft Noise on Cognitive Performance in Schoolchildren. Psychological Science, 13(5), 469–474. https://doi.org/10.1111/1467-9280.00483

Stansfeld, S. A., Berglund, B., Clark, C., Lopez-Barrio, I., Fischer, P., Öhrström, E., … Berry, B. F. (2005). Aircraft and road traffic noise and children’s cognition and health: a cross-national study. The Lancet,365(9475), 1942–1949. https://doi.org/10.1016/S0140-6736(05)66660-3

Ising, H., Lange-Asschenfeldt, H., Moriske, H.-J., Born, J., & Eilts, M. (2004). Low frequency noise and stress: bronchitis and cortisol in children exposed chronically to traffic noise and exhaust fumes. Noise & Health, 6(23), 21–28. Retrieved from http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/15273021

Li, Q., Kobayashi, M., Kumeda, S., Ochiai, T., Miura, T., Kagawa, T., … Kawada, T. (2016). Effects of forest bathing on cardiovascular and metabolic parameters in middle-aged males. Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine, 2016.

Bernardi, L., Porta, C., & Sleight, P. (2006). Cardiovascular, cerebrovascular, and respiratory changes induced by different types of music in musicians and non-musicians: The importance of silence. Heart, 92(4), 445–452. https://doi.org/10.1136/hrt.2005.064600

Dolegui, A. S. (2013). The impact of listening to music on cognitive performance. Inquiries Journal, 5(09).

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