Primera entrada de la serie introductoria Reorganiza la mente, donde trataremos formas sencillas y prácticas de reajustar algunos de los hábitos que nos causan malestar en nuestro día a día.

La finalidad de esta primera serie es servir de “plan de emergencia” con el que empezar a introducir cambios funcionales, desde modificar las notificaciones de nuestros dispositivos electrónicos, hasta consejos para conseguir mayor bienestar al final del día, pasando por entradas acerca de la “Mind Diet”, para comer mejor y más sano. Además, también comentaremos algunas pautas para organizar los espacios de trabajo con el objetivo de ganar en comodidad y bienestar. Comenzamos.

·   ·   ·

 

En la ya casi olvidada “época pre-smartphone”, en la que el ordenador tardaba en arrancar varios minutos, era el usuario el que establecía el periodo de trabajo u ocio. Cuando se terminaba la tarea y se apagaba el PC, éste permanecía apagado hasta el próximo uso. Los correos electrónicos entrantes aguardaban en un limbo virtual esperando ser leídos con paciencia. Ahora, sin embargo, todo llega a su destino de forma instantánea. Aunque se perdiera la cobertura móvil de forma temporal, toda notificación acaba llegando más temprano que tarde, y poco podemos (y queremos) hacer para impedirlo.

Se habrá dado cuenta el lector que todos nuestros dispositivos nos gritan, aunque no los hayamos configurado para ello. Vienen así por defecto. Nos avisan y nos llaman sin parar. Que nos notifiquen que nuestra casa está ardiendo es un acierto y un servicio muy útil. En cambio, despertarnos a las dos de la mañana con una notificación de nuestro cuñado Antonio Miguel compartiendo un vídeo en el grupo familiar no es en absoluto un acierto.

¿Y entonces, por qué no silenciamos todo lo que no nos interesa? ¿Por qué no somos selectivos? Porque son demasiadas notificaciones, y en el fondo, no tiene tanta importancia, solo es un dispositivo sonando. ¿Pero, es solo eso? Imaginemos que nos encontramos en la oficina y tenemos un compañero que, de forma aleatoria, golpea su mesa con la mano. A veces cada quince minutos, otras cada dos minutos, y algunas cada 30 segundos. Llegará un momento en que no seremos capaces de concentrarnos, esperando inconscientemente la próxima palmada. Las notificaciones tienen un efecto parecido en la concentración: justo cuando íbamos a encontrar el sentido de la vida, el cuñado Antonio Miguel manda una foto con la televisión nueva de 120 pulgadas que acaba de comprarse. Y sentimos curiosidad por verla, por supuesto.

En ese momento perdemos la concentración. Aunque responder a esa notificación no estuviera en nuestra prioridad, se produce una cascada de pensamientos (“¿Quién será?” “¿Debería responder?”) que nos distrae de nuestra actividad actual. El cerebro humano, aunque muchos gurús de la productividad afirmen lo contrario, no es multitarea. Se le da fatal hacer dos cosas a la vez y las hace peor que si las hiciera por separado. Además, nos estresa intentarlo (y no conseguirlo).

El problema, como ya hemos mencionado, es que hay demasiadas aplicaciones funcionando en nuestro teléfono. Una opción es activar el modo “no molestar” que incluyen la mayoría de los smartphones. Pero ese sistema no selecciona de forma automática lo que es importante para el usuario, quizá esperamos recibir una llamada o mensaje. Por ello, es necesario invertir un poco de tiempo y fuerza de voluntad para configurar cada aplicación molesta por separado (por ejemplo, WhatsApp, que es probablemente el mayor causante de interrupciones).

En la siguiente captura podemos ver las opciones generales de “Notificaciones” del programa. Como vemos, se puede modificar el sonido que emite, la luz del LED, o incluso si aparece una ventana emergente (el colmo de la intrusión). Estas opciones se aplican a todas las conversaciones de forma general.

Ajustes de notificaciones de WhatsApp

 

Si queremos modificar solamente las notificaciones de un grupo o contacto concreto, podemos hacerlo entrando en la conversación en cuestión y pulsando en el nombre o título, como vemos en la captura inferior. Mi consejo es que se silencie de esta forma, uno a uno, todo lo que no sea importante, y los chats de mucha importancia para nosotros se configuren con “notificación personalizada”: eliminando sonidos estridentes y dejando solamente una vibración corta o un tono específico leve, al gusto del consumidor.

Notificaciones de conversación

 

Puede ocurrir que, al configurar prácticamente todas las opciones sin notificación, aparezca lo que podemos llamar “el síndrome de la nevera vacía”, que consiste en mirar el móvil cada cinco minutos, desesperados por saber qué habrá ocurrido en nuestro mundo social mientras no estábamos presentes (o lo que es lo mismo en inglés: el famoso FOMO, siglas de “fear of missing out”). Si este es nuestro caso, lo mejor es que activemos la vibración de todos los chats importantes, siempre y cuando no nos escriban demasiado. De esta forma, estaremos plenamente seguros de que, si el teléfono no nos avisa, nada requiere atención inmediata.

De forma similar a WhatsApp, la mayoría de las aplicaciones molestas pueden configurarse a través de sus ajustes de notificación, ya sea Instagram, Facebook, LinkedIn, etc. El objetivo es que siempre estemos cómodos “mentalmente” con el teléfono en la mesa, sabiendo que, si vibra o suena, es porque algo relevante requiere nuestra atención, y quizá tengamos que llamar a los bomberos.

No obstante, la solución óptima para la “adicción” a la conexión es reducir progresivamente su uso, o acudir a un profesional si ocasiona dificultades severas en la vida diaria. Ahora bien, teniendo en cuenta que actualmente el smartphone es la herramienta de trabajo de muchos profesionales, su desconexión completa puede no ser una opción a corto plazo, por lo que estas configuraciones pueden hacer mucho más llevadera su constante solicitud de atención.

Por otro lado, nos puede resultar de gran ayuda adquirir un reloj inteligente (smartwatch) con funciones de notificación. Lo que a priori puede parecer un dispositivo más violando nuestra tranquilidad se puede convertir en el aliado perfecto con las configuraciones que hemos mencionado. La mayoría de los relojes actuales cuentan con notificación por vibración, que nos alerta con un leve zumbido en la muñeca y muestran en pantalla un breve resumen del contenido de la notificación. De esta forma, nos ahorramos sacar el teléfono del bolsillo o cogerlo de la mesa si no es estrictamente necesario. En lo personal, uso uno de estos relojes a diario, y ha supuesto un descanso añadido a la hora de (no) atender el teléfono. Además, sirve como despertador agradable (detalle que comentaremos en otra entrada). Puede no ser una solución al alcance de todos, pero animo a probarlo si se tiene la oportunidad.

Para terminar, comentaremos una opción extra que puede ser de mucha utilidad si queremos apagar completamente ciertas aplicaciones. Como comentábamos al principio de la entrada, en los albores de Internet, los programas de mensajería permanecían “offline” si el usuario se desconectaba, mientras que hoy es prácticamente imposible cerrar aplicaciones como WhatsApp. A menos que desconectemos la conexión WiFi/datos (en cuyo caso tampoco podremos hacer uso de ningún otro servicio de Internet) los mensajes seguirán siendo recibidos.

Para evitar esta flagrante invasión a la privacidad, existen aplicaciones como Greenify, cuyo cometido es cerrar cualquier programa que tengamos instalado en nuestro teléfono (y hacer que permanezca cerrado). En un principio, se desarrolló con el objetivo de ahorrar batería, pero este es uno de los beneficiosos efectos colaterales.

Su uso es muy sencillo: una vez instalado a través de Google Play Store, solo tenemos que añadir las aplicaciones que queremos que sean apagadas (por ejemplo, WhatsApp). Por supuesto, podemos volver a usarlas en cualquier momento abriéndolas normalmente. Greenify incorpora varios modos de “hibernación”: a los pocos minutos de que la pantalla del teléfono se apague (automático), o de forma manual, a través del icono “ZZZ” (podemos generar un acceso directo en el escritorio). Yo utilizo el modo manual, ya que, si estoy esperando un mensaje importante, no quiero que la app se hiberne automáticamente. De esta forma, usando una sencilla aplicación podemos tener total libertad para decidir cuándo “estamos online” y disponibles para el mundo, y cuándo queremos desconectarnos y que nadie nos moleste, pudiendo usar el resto de las funciones de nuestro teléfono.

Greenify

 

Con esto terminamos la primera entrada de la serie “reorganiza la mente”. Te animo a que pruebes estos consejos con cualquier app que reclame tu atención y empieces a disfrutar de la paz que produce no estar mentalmente enganchado al teléfono, sabiendo que sonará cuando recibamos algo verdaderamente relevante.

Si tienes cualquier pregunta, ya sea referente a la configuración de alguna aplicación u otro asunto, puedes dejarme un comentario debajo.

Deja una respuesta